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José Bustamante

Eliminar la seducción de la sexualidad es amputarle el alma a ese lenguaje privilegiado. Seducir es insinuar sin enseñar, sugerir sin llegar a decir, dejar espacio y tiempo para el deseo. Al igual que el aroma de un plato nos abre el apetito y después lo devoramos con mayor ansia, un buen seductor es quien con la mirada, la voz, el olor o una caricia despierta el deseo en el otro. Para lograr esto, hay que escuchar y aprender del otro, al tiempo que trabajamos nuestra autoestima para sentirnos deseables.

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